jueves, 16 de enero de 2014

-"Construir una muralla que proteja una ciudad en la que las gentes puedan vivir sin la amenaza constante de la guerra, la enfermedad o la pobreza. Un lugar en el que desarrollar actividades económicas"-.

Supimos de las intenciones del Rey en un enclave cercano a Marcos pero a suficiente distancia como para no recordar los sucesos trágicos de la Batalla de 1195. Era el llamado Pozo Seco de don Gil. Llegaron noticias de privilegios fiscales y donaciones de pequeñas propiedades para animar al pueblo a establecerse en un núcleo que se beneficiaría de su posición geográfica como cruce de caminos en el centro de la península.

Y asi se inicio la construccion de la villa, levantando una muralla que necesito 130 torres para poder mantenerse erguida en el horizonte. Los hombres de nuestro pueblo decían que eso era lo que quería el Rey Alfonso X, una “gran villa e bona”, así se llamo entonces y así se recuerda a el nombre de la ciudad en sus comienzos.

Pero no era todo tan perfecto, esos territorios estaban muy divididos y sometidos a poder de las Órdenes Militares, especialmente a la de Calatrava con la que habia algun que otro roce. El tiempo y los acontecimientos variaron el nombre de la villa: “gran villa e bona” >> “Villa Real” y finalmente "Ciudad Real".

Y hasta aqui, resumidamente, lo que viene en los libros. ¿Es posible que una Ciudad "donde nunca pasa nada", esconda el misterio y lo insolito? me alegra poder deciros que Si.

Una historia por todos conocida. La cruz de los casados

Si perteneces a la localidad, seria raro que no hubieras escuchado hablar de ella. Pero si nunca has estado en Ciudad Real, lo que nos acontece, es una historia que nada tiene que envidiar a la inmortal obra de Shakespeare. Ya te habrás hecho una idea de que entre la Orden de Calatrava y la Villa Real no había lo que se dice buenas relaciones. Eso era en general, pero luego había casos particulares en los que las cosas iban a más hasta que ya no había vuelta atrás.

Alvar Gómez era un joven muy conocido en Miguelturra, fiel defensor de La Orden de Calatrava y de sus aspiraciones por controlar todo el territorio. Que digo yo que sus motivos tendría pero es que ir a ponerles un pueblo a los de Villa real justo a las puerta de su ciudad, no deja de ser una provocación.

Claro que los de Villa Real se pasaban constantemente a las posesiones de la Orden para coger madera con la que levantar la ciudad y construir el alcázar que la Corona deseaba.

Volvía Alvar de una de sus refriegas y se encontró su casa desvalijada, sus hermanas deshonradas y su padre muerto. Supuso, o le contaron, que los Remondo Núñez de Villa Real eran los culpables y durante años alimentó el odio hacia ellos en si mismo y, lo que es peor, en sus hijos varones, jurando años tras año que la venganza estaba próxima. Y fíjate que las cosas nunca ocurren como las planificamos.

En cada corazón prende lo que tiene que prender y en el del primogénito de Alvar Gómez, Sancho, había prendido la llama incombustible del amor y precisamente por una hija de Remondo. El drama, como sospecharás, estaba servido.

Fray Ambrosio, el protector de la pareja, del honor de ambos y de su alma inmortal. Consiguió una tregua aduciendo que a ambas partes les vendría bien algo de reflexión. Aprovecho el momento para juntar a ambos amantes en un punto indicado del camino donde deberian casarse y huir juntos



Pero por mas cuidado que el fraile puso, la escapada se supo en Villa Real, Remondo apareció poseído por todos los rayos y truenos del cielo nada más terminar la ceremonia de casamiento.

Estaba dominado por el instinto de venganza, ciego de ira y borracho de desesperación, tanto que, sin mediar pregunta ni explicación, empuñó la lanza y cargó contra Fray Ambrosio que protegía a Blanca con su cuerpo, con tan buena suerte para él y tan mala para la muchacha que la lanza cruzó el hábito del cura en falso y embistió a la joven matándola al instante.
-Grito el pobre Sancho que, sin pensarlo y ciego de dolor fue a buscar de frente al hombre que había matado a su amada. No llegó. Los hombres de Remondo acabaron con su vida protegiendo la de su señor.

Quedando alli muerto los dos amantes, las gentes de Villa Real decidieron colocar una cruz para que tal suceso jamas fuera olvidado. Y Cuentan que en las noches de viento y agua, en los alrededores de la cruz, se oyen susurros y galope de caballos sin saberse de dónde viene.

Actualmente la conocida como Cruz de los casados se encuentra al final del parque de Gasset. Pero esta no fue su posicion original, ya que la susodicha cruz fue desplazada con el crecimiento de la ciudad. Para desgracia de la historia y la memoria de los amantes, su paradero original se perdio en la brumas del tiempo.

El fantasma de la iglesia de San Pedro.

Y es que esta vieja villa convertida en ciudad tiene su propia dama blanca. Actualmente lugar de encuentro de la gente joven, en el pasado sede la Santa Inquisición, esconde una historia de amor, envidias y dolor.

En un antiguo caserón de la ciudad, muy próximo a donde por entones tenía su sede la Santa Inquisición, caserón que aún hoy luce la ruina de una torrecilla y un escudo encalado, vivía un noble joven judío llamado Mahomed –ben-Atar-. El cuidado de su hacienda y su muy decidida afición a la música, ocupaban la mayor parte de las horas. Jamás se dijo de él que se le viera complicado en las intrigas que la Sinagoga manchega trataran de continuo, que en más de una ocasión dieron lugar a la intervención del Santo Tribunal, Recato y buena vida honrada y ordenada, distinguían a nuestro joven judío.


Y como su alteza el amor no sabe de ideas ni tesoros, he aquí, que un día que nuestra Leonor salía de los oficios de San Pedro, acertó en mala hora a pasar por aquellos lugares Mohamed-ben Atar, gallardo en nervioso potro de largas crines, que bien pronto obedeció la señal de parada que el jinete le hiciera.

No muy lejos, a vuelta de esquina y menos de un tiro de ballesta, en casa de obscuro porche y aireonado emblema, tenia su residencia la hermosa cristiana doña Leonor.Suspenso y admirado quedo el noble judío y sin reparo a un noble inquisidor que cruzaba, dejo escapar de sus labios este madrigal a la cristiana.

-Ni Alá en su paniso la tiene tan hermosa, ni tanto mereciera yo.


Y osado y audaz, haciendo bracear pausadamente el noble bruto por seguir el diminuto paso de la dama, Mahomed ben-Atar, alardeando de jinete, siguió a la cristiana.

Dicen que doña Leonor, no fue esquivada a las fogosas miradas del noble judío y que aquel día, sonrío más de una vez bajo sus velos, contento su corazón que aun no había amado. Agregan que después, en el misterio de la noche en calma, abriese una celosía y que discreta la luna, bordeaba las nubes para dejar en paz a los amantes.

Inadvertidas pasaron para la ciudad estas entrevistas hasta que una noche, un miembro de la Santa Inquisición, que en silencio adoraba Dª. Leonor, vio la celosía el rostro de ella, como estampa de nácar cara a las estrellas, y mohino y vengativo retirose a su guarida sintiendo roerle el corazón una idea de venganza.

He aquí que una tarde, delegados de la Santa Hermandad se presentaron en casa de Doña Leonor. Se la acusa de tener trato con herejes. El buen hidalgo su padre, queda sobrecogido. Comparece la cristiana doncella. Confiesa con altanería su amor y hace votos de fé. Aprésala la Inquisición y hasta su muerte, tiene el relato una laguna para cuanto sufrió.

Mohamed ben-Atar, amargado y triste, salió de Ciudad Real sin dirección fija para reaparecer más tarde en Játiva al frente de una insurrección.

Y pasados los años y los siglos, aún hoy, por la iglesia de San Pedro, se ve antes de la madrugada, el fantasma Doña Leonor, que espera la venganza de Mohamed ben-Atar.

La tumba con un gran misterio.

Y no hay ciudad sin cementerio, y cementerio sin misterio. Aunque se la conoce como Apolonia, desde niño escuche referirse a tal inusual lapida como la tumba de la esposa del escultor.

Conocemos a "Apolonia" por el documento de su defunción en la ciudad, sellada con el día y la hora del óbito, así corno su enterramiento. Otro conocimiento nos viene por la obra de su sepulcro que, un autor anónimo, al menos todavía para nosotros, ha realizado para guardar el cuerpo de la infortunada "Apolonia".

El sepulcro es uno maravillosa talla en piedra, que lo cubre una gran losa en la que reposa la imagen de una mujer joven que cubre su cuerpo desnudo con un velo de gasa transparente, tras el que se adivina la, forma de una mujer excepcional. El rostro de la mujer tallada en la piedra de la losa es bellísimo, lo que nos hace pensar que el artista reflejó en su obra el rostro nacarado de la difunta.

Nadie atiende la sepultura de "Apolonia” a nadie se le ha visto pararse para rezar por su alma; nadie ha venido, ni en los días de difuntos, a ponerle unas flores a la tumba o a encenderle una lamparilla como homenaje a su corazón difunto y a su belleza marchita.

Dicen que "Apolonia" llegó un dio a la ciudad como esposa de un alto funcionario de la Administración Publica. Su marido tenía fama de ser un hombre honesto, muy fuerte de carácter, al que no le gustaba que nadie le contradijera porque creíase, que estaba siempre en posesión de la verdad y de la razón.

Se había casado, ya mayor, por conveniencias sociales; ella, su bella esposa, hija de un rico hacendado de Extremadura, y él, un funcionario público de alto copete, hijo de familia acomodada de Toledo.

El esposo tomó posesión de su alto cargo y vino destinado a la ciudad en la que fue muy respetado y envidiado por la bella mujer que te acompañaba en sus recepciones habituales ordenadas por el protocolo. Como prueba de su amor por "Apolonia" su esposo encargó a un artista local, ya de gran fama en la pintura que le hiciera un retrato.

Todos los días este pintor visitaba la casa de "Apolonia" para tomar los apuntes del natural. "Apolonia” era bellísima, no sólo su cara y sus ojos sino también su cuerpo, cosa que reflejó el artista en su obra eran todo cuidado. El pintor llegó a enamorarse de su modelo y hasta en un arrebato de sinceridad, él lo declaró a su modelo, sin que ella, coqueteando, le hiciera ningún desprecio al pintor, sino todo lo contrario.


Los avatares de la política de aquél entonces, también con sus tradiciones y marcada por la violencia, en uno de sus viajes a la capital, su marido fue muerto a manos de unos bandoleros que le dispararon a traición. Ante este hecho luctuoso, "Apolonia" quedó destrozada y enfermó. Y de tal manera, que aquejada de una dolencia extraña, a los pocos meses murió la esposa.

El pintor, días antes de su muerte le había hecho la entrega de su obra que con toda religiosidad abonó al pintor enamorado locamente de "Apolonia”. El pintor sufrió un calvario viendo cómo "Apolonia" iba perdiendo día por día y hasta que falleció un día de septiembre.

Toda la obsesión del artista fue ofrecerle un monumento funerario para guardar el bello cuerpo de su amor imposible. Trabajo con ahínco en su obra y un día de Navidad, de acuerdo con el sepulturero, depositaron el cuerpo ya cadáver de "Apolonia" en el arcón de piedra tallada que el artista le había construido cerrándolo con una losa grande en la que había tallado el cuerpo de su amada, como dormida y con un velo transparente para que se viera la belleza de su cuerpo.

Todo se hizo con absoluto sigilo y de la noche a la mañana, apareció la obra funeraria del artista que no firmó su nombre.

Y como una leyenda que se hace realiadad, en el cementerio de Ciudad Real se halla el testigo; la bella obra de una sepultura, rendida a la muerte de la mas bella de las mujeres.