sábado, 30 de mayo de 2015

El Caminante de Bosaica

Todo comenzó el 5 de mayo de 1988, en el expreso de “Rías altas”, que iba desde la estación de Santiago de Compostela hasta Madrid, en un recorrido de más de 7 horas. El exhausto maquinista José Aira Martínez alcanzaba un panorama boscoso cerca de San Lázaro, al girar hacia el Puente de Paredes divisó a un hombre que caminaba sobre las vías del tren, Aira no cabía en explicaciones de cómo un individuo podía transitar sin mayor preocupación por aquel paraje, sus esfuerzos por avisar su aproximación en la dirección de aquel sujeto fueron en vano. El hombre no mostraba ningún signo de conmoción o cautela ante el convoy que se acercaba peligrosamente, por lo que, intempestivamente, la colisión se produjo.

Un caminante en las vias tren

El maquinista, inmediatamente después de lograr frenar el tren, descendió del mismo en un intento de proporcionar auxilio al extraño hombre que hacía unos minutos le daba la espalda al objeto de su muerte. Las terribles suposiciones de Aira fueron comprobadas al observar el cuerpo desfigurado entre los rieles. El cuerpo estaba dividido por la mitad, el torso y las piernas mostraban rastros de ropa, el violento golpe había dejado el cadáver con diversas deformaciones y amputaciones.

Con todo el valor que podían juntar Aira y su ayudante Carlos Castro arrastraron el cadáver fuera de las vías para después telefonear a la policía, la inspección de las autoridades determinó la siguiente conclusión: El fallecido era un varón de 1,65cm de altura aproximadamente, de raza blanca, complexión normal, cabello negro, corto y liso, ojos castaños.
 
Sin embargo a partir de este momento ciertos hallazgos significativos comenzarían una incógnita que duraría más de 20 años: a pesar de lo desfigurado del cadáver podía distinguirse que poseía características anatómicas fuera de lo común ya que sus orejas parecían estar muy separadas de la cabeza, sin circunvoluciones en los lóbulos y rotadas hacia adelante, la cabeza era exageradamente voluminosa, los dientes poseían ciertas formaciones puntiagudas y salientes. Además de esto, algunos metros atrás de donde se había provocado el terrible accidente se encontraron peculiares símbolos trazados con precisión sobre la tierra en forma de dobles círculos, éstos no pudieron ser interpretados por los especialistas en ese momento.
 
Formulando hipótesis de identidad
Inmediatamente después del hallazgo, la búsqueda de la identidad del hombre se comenzó a agudizar puesto que debía darse aviso a la familia, lo que convirtió esto en una labor ardua debido a que el individuo no traía consigo algún documento o identificación oficial que develara el misterio, así mismo y según los informes policiales, se determinó que el joven no podía ser algún vagabundo ya que llevaba consigo una gran suma de dinero, además llevaba ropajes en buen estado al igual que su higiene. Posteriormente llegó a pensarse que podría ser una persona con ideas suicidas, por lo que se determinó que se enviaran las huellas dactilares del joven a toda la región gallega, pero esto tampoco arrojó ningún resultado positivo. Oficialmente, el finado no existía.

Las autoridades, en un desesperado intento por identificar al desafortunado chico, decidieron exponer fotografías del cuerpo desfigurado en los medios de comunicación lo cual sorprendentemente resultó ser en vano, nadie lograba identificarlo. Se pensó que tal vez el hombre padecía algún síndrome debido a que sus características reflejaban primitivismo y bajo la premisa de que existía un pabellón de enfermos mentales cerca de la zona, pero esto pronto se desmintió. La expectación del caso aumentó gracias a las peculiaridades del suceso, se relacionó al joven con rituales satánicos e incluso con seres de otros mundos.

Los años pasaron y el joven tuvo que ser arrojado en una fosa común.



¿El fin del misterio?

¿Por qué nadie lograba identificar al caminante de Bosaica? ¿Qué significaban aquellos símbolos que se encontraron cerca de su cadáver? ¿Cómo podían explicar las extrañas formas anatómicas del individuo? La gente especulaba más y más conforme el tiempo pasaba dejando este misterio casi en manos de lo sobrenatural. No fue hasta el año 2008 que el ADN otorgó al fin un nombre: Óscar Ortega Vasalo, un joven de 22 años que un día dejó una nota a su madre informándole que iba a salir de viaje, un viaje del cual nunca regresaría.

La familia de Vasalo al fin pudo dar sepultura a los restos de su hijo desaparecido hacía ya 20 años.

A pesar de ello, algunas interrogantes siguen sin tener respuesta, ¿Qué eran aquellos símbolos? ¿Por qué el cuerpo de Óscar presentaba tales deformaciones, las cuales en vida no poseía? Y sobre todo… siendo residente de este lugar y que conoce el terreno ¿Cómo podía estar caminando a través de las vías del tren sin precisar que en cualquier momento podría correr peligro? Sin duda un buen motivo de reflexión.