lunes, 18 de noviembre de 2013

Hay en Praga un bello puente que cruza el rio Moldava, que se llama Puente de Carlos. De día el bullicio de los puestecillos y los turistas en su camino hacia el castillo ofrece un ambiente alegre y distendido.

Pero al llegar la noche, el paisaje cambia de forma sorprendente. El silencio y una iluminación muy ténue da al puente un aspecto casi fantasmal. A lo lejos se alzan las torres del castillo, y las negras estatuas que flanquean ambos lados del puente parecen mirarte entre la neblina. A lo lejos, el rumor de agua del Moldava. Igual o más bello que de día, pero muy diferente.

La construcción del puente de Carlos se inició en el año 1357. Cuenta la leyenda que los primeros años, las obras apenas avanzaban, ya que sobre el puente había caído una maldición, y el diablo derruia de noche lo que se construía de día. El maestro de obra, agotado, decidió pactar con el diablo: si permitía concluir la construcción, se le entregaría el alma de la primera persona que cruzara el puente.

Por supuesto el diablo aceptó, y las obras comenzaron a avanzar, de forma que en pocos meses el puente estaba terminado y listo para ser inaugurado. El maestro de obra se sentía apesadumbrado y culpable al pensar en el coste del puente, un alma inocente, y pretendió burlar al diablo.

Dispuso que una patrulla de soldados impidieran la entrada al puente de cualquier persona, y metió un gallo en una cesta con la idea de soltarlo para que fuera el ser vivo en cruzar de una orilla a otra. Pero el diablo se lo vio venir, y planeó su venganza.

Adoptando una forma humana, fue hasta casa del maestro de obra y contó a su joven esposa que el marido había sufrido un terrible accidente al otro lado del río.
 La mujer no se lo pensó dos veces y salió corriendo despavorida, pasó junto a los sorprendidos soldados y atravesó el puente... ... desapareciendo ante los ojos de todos y de su desconsolado marido.

Cuentan que desde entonces es posible ver, en las oscuras noches de Praga, una figura vestida de blanco que vaga por el puente llorando y llamando a su esposo.